Artistas
Blanca Viñas
(Barcelona, España 1987)
Blanca Viñas es una autora plenamente oulipiana. Si hubiera existido la sección fotográfica del Obrador de Literatura Potencial (Oulipo) sería su miembro más destacado. Esta artista explora las potencialidades de la fotografía analógica mediante la imposición de normas y restricciones que determinan su proceso de creación.
Así como Raymond Queneau en sus Ejercicios de estilo presentó 99 formas distintas de narrar el mismo episodio o como George Perec escribió su novela La desaparición sin utilizar la vocal más frecuente del francés: la e, Blanca Viñas crea sus constricciones creativas y determina sus propias reglas de juego.
El componente lúdico de la toma fotográfica que incorpora el azar y el accidente, a veces sin ningún tipo de control técnico, es un intento de integrar el ámbito del inconsciente en su investigación experimental. Un procedimiento que recoge unos postulados más anárquicos de tradición dadaísta.
Aunque la investigación se basa más en la forma que en el contenido, su investigación pone en valor el propio proceso experimental y el conocimiento que genera su resultado. Cada nueva forma necesita una nueva mirada. Según la propia autora, su Tratado de fotografía desobediente propone metodologías alternativas que cuestionan las limitaciones y las normas que se han impuesto dentro de esta disciplina. Encuadrar horizontes inclinados, utilizar rodillos caducados, utilizar filtros de colores sin criterio, forzar entradas de luz o exponer la película más de una vez son algunas de las intervenciones que imposibilitan la existencia de esta imagen técnicamente perfecta y hermética que han aconsejado siempre los manuales clásicos de fotografía.
Erik Estany Tigerström
(Celrá, Girona, España, 1982)
Utiliza la fotografía como herramienta para pensar en el propio medio fotográfico y en su relación con el lenguaje. Su trabajo reflexiona sobre la condición de la imagen contemporánea, la estructura ideológica de la tecnología por la que operan estas imágenes, y las implicaciones de su centralidad en nuestras vidas.
De lo que ocurre afuera reflexiona sobre cómo vemos el mundo hoy. El trabajo explora cómo las tecnologías de visualización actuales, y los nuevos modos de ver que producen configuran nuestra percepción de la realidad y moldean el paisaje. Por eso, el trabajo parte de la ventana, como metáfora de la idea de visión y como lugar desde el que realizar las fotografías. El autor se sirve del contexto local que muestra la ventana, para pensar en el contexto global de capitalismo visual que proyecta la pantalla, caracterizado por la centralidad de la imagen, la tecnociencia y la computación.
Así pues, el trabajo reflexiona sobre la condición de la imagen contemporánea y las características de su producción y circulación, y más concretamente sobre cuestiones como la nueva normatividad visual, basada en las pantallas, la visión mecanizada y la inteligencia artificial, virtualidad o desplazamiento de la perspectiva lineal a la visión vertical. La relación de simbiosis que establece el fotógrafo y la máquina encarna la relación que mantenemos con la tecnología en el contexto actual de transformación de los modos de ver. Una relación de aprendizaje mutuo en la que el fotógrafo utiliza la máquina para ver más y mejor, mientras que la máquina utiliza el fotógrafo para aprender a ver y mirar de forma autónoma, un juego que les permite ver más allá de lo existente, imaginando el mundo mientras lo conforman. Al fin y al cabo, la máquina y el fotógrafo miran lo que ocurre fuera para imaginar qué pasa dentro de esa capa de imágenes que media entre nosotros y el mundo.
Helena Civit
(Villach, Austria, 1997)
Este trabajo Haus und all` “Casa y cosmos”, recoge el título del segundo capítulo del maravilloso ensayo La poética del espacio, del filósofo Gaston Bachelard. Tal y como explica, nuestra casa es nuestro rincón del mundo. Y si hablamos de nuestra casa familiar hablamos entonces, de nuestro primer universo. La casa es un cosmos que nos da protección e ilusión de estabilidad.
Cómo sabemos el ser humano reimagina y reescribe constantemente su realidad, su microcosmos.
A pesar de residir en Cataluña, Helena Civit ha vivido varias temporadas en el pueblo de su madre, en el sur de Austria, en una zona rural y de veraneo de los Alpes. Esta vivencia particular y fragmentaria del territorio - un hogar que nunca llega a conocerse por completo - se vuelca aquí en una exploración fotográfica. A caballo entre el diario personal y la mirada documental, entre la pertenencia y la intrusión, desde el umbral entre el habitar y el observar, se tantea una visión de un paisaje ya sobresignificado, lleno de connotaciones, clichés, y narrativas consolidadas que le atraviesan. Un paisaje hecho de capas cargadas emocionalmente, cultural e ideológica, entre las que se intuye algo vivo e imprevisto. La fotografía supone aquí una herramienta con la que observar la textura de un lugar y un momento, con los símbolos, ecos y sombras que surgen. Por un lado, existe una voluntad de retratar, incluso de catalogar o inventariar un cosmos de formas -materiales, costumbres, patrones, gestos, ornamentos - a modo de glosario y arqueología personal. Por otra parte, la voluntad de indagar en la construcción de un territorio a través de sus símbolos y marcas, y poner en cuestión la propia noción de pertenencia.
Anu Kumar
(Kavi Nagar, India,1990)
La fotógrafa Kumar Anu nació en la ciudad de Kavi Nagar, en Ghaziabad, del estado de Uttar Pradesh. Cuando tenía sólo 8 meses, su familia emigró a Melbourne, Australia. A los 21 años regresó a su ciudad natal: "Recuerdo una sensación de incomodidad, de no saber cuál era mi sitio o quién era yo en ese contexto", dice la autora, "Empecé a tomar fotos como un ejercicio para aprender a ser india". Un lento camino para aceptar y comprender su herencia cultural.
Ghar, el título de este trabajo, significa “hogar” en hindi y da nombre al registro visual de su regreso a casa. Durante 5 años y con su cámara de medio formato, su mirada afable se pasea por las habitaciones y los patios de la casa familiar, por las calles de alrededor, dibujando la naturaleza escondida de su ciudad natal y la cartografía de su patrimonio personal y cultural. Los retratos cuadrados de su abuela, tías y tíos conforman un álbum familiar que recoge las labores diarias y las escenas íntimas de la vida en familia. Anu Kumar se interroga sobre las consecuencias personales de los desplazamientos migratorios y la diáspora. La fotografía le ayuda a entender su identidad como mujer nacida en la India y criada en Australia.
Su estética descolonial quiere enfrentarse a la habitual representación fotográfica occidental del tipo de revistas como National Geographic: una India llena de exotismos y de una coloración vibrante y saturada.
Los colores suaves y apagados y su luz brumosa llena de un leve smog nos desvelan su mundo más íntimo y cercano. La tristeza de ser y no ser de un sitio profundamente amado.
Lorena Morin
(Las Palmas de Gran Canaria, España,1973)
Madre de 5 hijos, Lorena Morin vive en Berlín con su familia. Miembro del colectivo Temps Zero, desde el año 2008 ha fotografiado de forma obsesiva a sus seres queridos, su vida en común. La autora fotografía a su familia y se retrata a sí misma en espacios comunes de la casa, como habitaciones, pasillos, baño o cocina. Su trabajo se basa en el diario íntimo al tiempo que en una nueva resignificación del álbum de fotografías familiares. Cerrar las manos y recogerlas del todo rebosantes del paso del tiempo y la rápida huida de los días: la memoria, los recuerdos, la vida íntima y familiar como madre, como mujer, como amante. Siempre rodeada de los seres que más ama.
Lorena Morin no utiliza herramientas digitales y trabaja con cámaras tradicionales de gran formato, medio formato y polaroid. Fotografías en color y en blanco y negro. Imágenes íntimas, en las que aparecen la autora, su pareja, y sus cinco hijos a través de un relato construido como diario fotográfico elaborado a lo largo de sus días.
El título de su trabajo Je reste avec vous se recoge del epitafio de la tumba del poeta Jean Cocteu, enterrado en Milly-la-Fôret. Me quedo contigo. Una declaración de amor que apuesta por la vida. Un trabajo que refleja su vida cotidiana y se centra en el universo personal y familiar. Una obra coherente, salvajemente emocional, cercana, radical, atenta e inmensamente hermosa.
Israel Ariño & Clara Gassull
Israel Ariño (Barcelona, España, 1974) & Clara Gassull (Barcelona, España,1994)
Voyage en pays du Clermentois es un proyecto realizado a cuatro manos por el fotógrafo Israel Ariño y el artista Clara Gasull. El trabajo se ha presentado en formato expositivo y se ha recogido en un libro publicado por Ediciones Anómalas.
Anteriormente, ambos autores ya habían colaborado con Variaciones sobre la gravedad del lugar donde se creaba un diálogo entre las esculturas de Clara Gassull y las fotografías del trabajo La gravedad del sitio de Israel Ariño.
El fotógrafo suele trabajar en imágenes en blanco y negro tomadas con cámaras de gran formato. Su dominio técnico, podemos decir virtuoso, de antiguos procesos analógicos (ambrotipia, papel salado, colodió húmedo...) le otorga una paleta estilística muy variada.
Voyage en pays du Clemontois, surge en el marco de una residencia artística que Israel Ariño realiza en Diaphane, un centro fotográfico en Hauts-de-France. Un largo proceso de creación que va desde julio de 2017 hasta diciembre de 2018, en el que pudo recorre el territorio de Clementois en diferentes estaciones del año. El germen de las imágenes son las fotografías de estos paisajes a las que Clara Gassull les añade color sin ningún tipo de referencia de los colores reales. De forma digital pinta de nuevo el paisaje con una gama cromática limitada, con colores cremosos y pálidos. Crea así nuevas imágenes y nuevos significados a partir de la misma imagen. Un trazo pictórico de inspiración impresionista sobre el pincel monocromo de los haluros de plata.
La fotografía siempre tuvo nostalgia del color y pronto se incorporó la pintura para colorear las imágenes de postal. La propia historia de la invención técnica de la fotografía, que nació en blanco y negro para incorporar después el color, hace que relacionemos psicológicamente el primero con el pasado y el segundo con el presente. Un recurso narrativo al que también nos ha habituado el cine. En este caso, el color de las fotografías resultantes del tándem Ariño-Gassull las aísla del presente y las conduce a un espacio atemporal y ficcional. El color es un elemento de transfiguración de la realidad y de la propia representación de lo real. Con una voluntad metafotográfica, imaginando y subvirtiendo la realidad, las imágenes apelan al pasado y al futuro y hacen que nos veamos y reconozcamos en el paisaje.
El correlato objetivo es una técnica literaria que utiliza una serie de imágenes poéticas de forma sucesiva para suscitar al lector emoción y reflexión. El espectador debe mirar la poesía de estas fotografías por igual.
Tomoko Daido
(Obama, Japón, 1976)
Tomoko Daido se define principalmente como fotógrafa y rechaza el calificativo de artista. Su práctica surge de una vocación social, alejándose de la idea autorreferencial y tantas veces egocéntrica de la práctica fotográfica de hoy. Con esta distinción señala la materia principal con la que trabaja: la memoria. Su proyecto "Murmur" nos lleva a imágenes de aquellos sitios que han quedado grabados en la memoria colectiva, no tanto de su país de acogida, Estados Unidos, o de su país de origen, Japón, sino esa memoria que ha marcado generaciones de todo el mundo occidental. Imágenes impresionantes que hemos visto a través de la pantalla: Chernobyl, la caída del muro de Berlín, la caída de la Unión Soviética o la posterior guerra de los Balkanes, y de cómo es posible que algo así pueda volver a suceder en Europa.
Daido trabaja con la memoria colectiva y busca los restos sobre el terreno -Una arqueología de lo que permanece escondido a simple vista- como quien va a comprobar de primera mano que aquellas imágenes que lleva grabadas en la memoria realmente pertenecen a un sitio y son hechos reales. Pero lo que fotografía no lo podemos situar en un tiempo o un lugar concretos. Sus fotografías escapan a la crónica. Se trata más bien de fotografiar aquellos sitios que parecen cargados, densos, pesados, impregnados de la misma memoria de lo que un día sucedió y hace tiempo que intenta cicatrizar.
Julie van der Vaart
(Maastricht, Países Bajos, 1988)
En 1417, el humanista italiano Poggio Bracciolini descubrió en la biblioteca de un retirado monasterio del sur de Alemania el manuscrito de una gran obra olvidada. De rerum natura (De la naturaleza de las cosas), el poema del latín Lucrecio que recogía la teoría atomista de Demócrito y la visión materialista del mundo de Epicuro. Según esta concepción, se establecía toda una explicación del universo y una filosofía de la vida humana que rechazaba el temor a los dioses ya la muerte. La estructura de la realidad estaba conformada por átomos, vacío y nada más. Aquel libro influyó en el cambio cultural e ideológico que dio lugar a la modernidad y las actuales teorías científicas.
Uno de los físicos creadores de la teoría de la gravedad cuántica de lazos, Carlo Rovelli, en su obra La realidad no es lo que parece, escribe: “Esta inmesa danza de átomos no tiene ninguna finalidad, ningún propósito. Nosotros, como el resto de la naturaleza, somos uno de los muchos resultados de esta danza infinita”.
Una cita que recoge la fotógrafa Julie Van der Vaart para presentar su trabajo The dance (La danza). Una serie de cianotipias sobre papel japonés Kozo que quieren mostrar el conflicto interno de la autora que oscila entre su pasión por la ciencia y una necesidad espiritual a veces reprimida.
La cianotipia es un procedimiento fotográfico monocromo para obtener copias en un color azul de Prusia. Curiosamente, fue inventado por el astrónomo inglés Sir John Herschel, en 1842, y fue la botánica Anna Atkins que le llevó enseguida a la práctica para documentar helechos y otras plantas.
Un proceso de origen técnico-científico que incorpora Julie Van der Vaart para evidenciar la materialidad física de su obra basada en la experimentación de las técnicas analógicas de revelado de la imagen.
Sus temas son la subjetividad del tiempo, la inmensidad del cosmos, la mortalidad, la naturaleza, la ciencia y la búsqueda de una espiritualidad.
Esta serie muestra unas fotografías de significación cósmica y un evidente efecto atemporal: fragmentos de cuerpos desnudos que parecen desvanecerse en el espacio y paisajes eternos fuera de los límites del tiempo. Una naturaleza indisoluble ya la vez evanescente.
Ann-Sophie Deproost
(Brujas, Bélgica,1989)
Ann-Sophie Deproost es una artista visual que practica un proceso de hibridación técnica entre dibujo y fotografía que desea borrar los límites que separan las dos disciplinas. Un trazo pictórico que interviene y resignifica la imagen fotográfica.
Debemos enmarcar su trabajo dentro de las corrientes críticas de los Estudios visuales o la Antropología de la imagen, sobre todo en lo que se refiere a las reflexiones sobre la mirada y la contraposición entre imagen y medio, es decir, de las diferentes naturalezas de la imagen mental y de la imagen material.
La cámara ya no es la única herramienta del fotógrafo. El escáner, la captura de pantalla o la apropiación de la imagen hallada se han convertido en útiles habituales del ejercicio de la fotografía. La investigación experimental de Deproost incorpora procedimientos mixtos de manipulación de la imagen sean estos químicos, mecánicos, digitales o manuales. Laboratorio, mesa y ordenador. También en lo que se refiere al dibujo ya que utiliza el lápiz, tintas tradicionales, diferentes pigmentos y la impresora digital.
Todo esto y la elección del soporte final, la elección del papel, fotográfico o no, su textura, su gramaje, su corporeidad, convierte cada trabajo en una pieza única. Una singularidad que contrasta con la reproducibilidad infinita de la fotografía.
Una forma lenta de trabajar, que suma capas de tiempo y significado a una obra que no quiere representar una realidad tangible y unívoca sino que quiere ser una interpretación poética y fragmentada.
El concepto de instante decisivo queda anulado con la acumulación de estos estratos materiales en el terreno de cultivo de la imagen. Una estratificación que remite a distintas capas de tiempo. Motivos paisajísticos y fragmentos urbanos en blanco y negro traspasados por el dibujo en una creación paulatina, que incorpora el tiempo como tema principal. El tiempo o su derrumbe.
Zhang Kechun
(Bazhong, China, 1980)
Siguiendo uno de los ríos más largos de Asia, The yellow river ofrece una visión de la identidad nacional de China, una identidad antigua y perdurable que está cambiando muy rápidamente.
Tras leer la novela "Ríos del norte" del escritor musulmán de la etnia hoy Zhang Chengzhi, el fotógrafo ideó este proyecto. El libro está escrito con un estilo de corriente o flujo de conciencia y sus personajes siguen el curso de distintos ríos de China. Atraído por las palabras poderosas de la novela, decidió dar un paseo por el río Amarillo para encontrar las raíces de su alma. A lo largo del camino, el fluir tranquilo de su mente se inundó con los pensamientos agitados y la incesante corriente de la realidad.
El trabajo explora los paisajes de China, capturando la ecología de sus magníficos espacios naturales. Las minúsculas figuras humanas, insignificantes cuando se oponen a las vastas formas naturales, se inspiran en la tradición pictórica china del shan shui 山水 (agua y montaña).
Su objetivo es crear un nuevo punto de contacto entre la larga tradición histórica de China y las preocupaciones de la sociedad contemporánea.
Assaf Iglesias
(Oviedo, España, 1972)
"Era fácil hacer planes en la Ciudad de los aviones". Assaf Iglesias es un artista que practica la narración escrita, la fotografía, el dibujo y la pintura. Aparato Maravilloso. El sol de la bandera es un misterioso trabajo poético, un mapa del tesoro, un enigma a descifrar por el lectoespectador. Un relato compuesto de imágenes pictóricas, fotografías polaroid y textos. Un libro que se lee entre líneas y que nunca se acaba de leer. Una historia corta llena de elipsis en la que un narrador en primera persona nos habla en pasado: “Balboa Park. Allí fue donde vino los primeros aparatos. Hacía calor y estaba solo en San Diego”.
El protagonista visita el Museo del aire y el espacio y allí descubre el aparato maravilloso: un avión americano de combate de la Segunda Guerra Mundial, todo de metal, de un solo motor y de un solo asiento: ”A lo lejos, vino una boca llena de dentes, y me acercó con calma y emocionado. Allí estaba, un Curtiss P-40 Warhawk . Era lo más bonito que había visto en mi vida, y me sentí al lado para observarlo. Cada remache, cada pieza, cada detalle era una puta obra de arte. Más bonito que cualquier obra de cualquier artista al que pudiera admirar. Aquello era arte” (…) “No sabía cuándo iba a volver a ver algo tan bello”.
Todo un conjunto críptico donde unas polaroides evanescentes, a punto de desvanecerse como vapor de agua, nos presentan fragmentos de estos aparatos maravillosos y primeros planos de delicadas flores: “Los Hombres pedían pista, y las flores volaban”.
Jordi Esteva
(Barcelona, España, 1951)
Socotra, La isla de los genios es un profundo y delicado trabajo con diferentes vertientes. Sea con imágenes o palabras, el escritor, fotógrafo y cineasta Jordi Esteva nos transporta a esta maravillosa isla perdida en el océano Índico que a casi cuatrocientos kilómetros de las costas de Arabia ha preservado su flora y fauna primordiales. Durante siglos, tanto navegantes y comerciantes indios, griegos o árabes del sur viajaron atraídos por las valiosas propiedades de las resinas olorosas de los árboles del incienso y la mirra.
Su mirada huye de la tentación orientalista tan habitual de los viajeros occidentales y se centra en sus vivencias personales, para así, desvelar un mundo escondido del mundo. Como escribe el propio Jordi Esteva en la narración literaria de su viaje:
“Quería salir al mundo y conseguir que lo exótico dejara de serlo. Es decir, que dejara de ser lo distinto y lo amenazante. Esto es lo que pretendía. Buscar los mundos que se iban”.
Más allá de su voluntad documental, estas fotografías en blanco y negro nos hablan de un paisaje onírico en el que el tiempo transcurre más lento dentro del tiempo de las leyendas y las narraciones orales. Sus imágenes parecen temblar como las llamas de un fuego bajo el cielo nocturno. Estos retratos e imágenes de espacios abiertos, llenos de humo y niebla, nos quieren mostrar la isla soñada por el autor. Su Socotra vivida.